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sábado, 23 de julio de 2011

Hacer yoga al aire libre


El lugar bien puede ser un espacio verde o si no bordeando un lago, laguna o el río. Si nos detenemos unos segundos a imaginar el paisaje que queremos ver a nuestro alrededor, nos transportaremos inmediatamente con el pensamiento a ese sitio y nuestra mente comenzará a teñirse de sensaciones placenteras.

El cambio interno está supeditado al grado de conciencia que pongamos en juego. Si, al mismo tiempo, ponemos atención con todos nuestros sentidos a pleno de lo que nos sugiere el entorno, los aromas que nos penetran, el contacto con la brisa que nos acaricia y escuchando los sonidos de la naturaleza, al cabo de nuestra práctica no nos sentiremos fatigados, sino dispuestos a enfrentar el día con renovado espíritu.

La respiración yóguica requiere de un buen manejo de la totalidad de los músculos de la respiración, por lo tanto debemos empezar por practicar la respiración diafragmátlca o abdominal empujando el abdomen hacia afuera, con el diafragma, cuando inhalamos y de esta manera llenar de aire la base de nuestros pulmones. Una vez que lo aprendimos. Intentemos llenar los pulmones desde su base progresivamente hacia los extremos superiores, esto es, integrando la parte media y alta del pulmón.

Esta práctica debe ser llevada a cabo con lentitud controlada y no debe llegar a incomodarnos ni fatigarnos (no hay por qué exigirse hasta colapsar las paredes del pulmón y por ende, sentir ahogo). Después de practicar unas diez veces la respiración yóguica o completa mientras caminamos, pasamos a limpiar esos pulmones para que tengan un mejor rendimiento, a través de la exhalación forzada, con resistencia: esto significa ooner los labios y los dientes como pronunciando la letra "F" bien cerrada, mientras se exhala con vigor.

Repetimos esta maniobra también unas diez veces, con la salvedad de que si sentimos algún malestar provocado con el tipo de respiración, entonces debemos recomponernos con un par de respiraciones armonizadoras -inhalando lenta y profundamente por nariz, exhalando con la boca abierta y pronunciando un HHAAAAA... parecido a un suspiro.

Si acompañamos elevando brazos al inhalar y descendiéndolos al exhalar, será mucho más efectivo. Al cabo de esta ejercltación, nuestro rendimiento habrá mejorado notoriamente y tendremos más resistencia al trotar. Durante el trote debemos controlar el ritmo cardíaco y respiratorio dominando los tiempos: se inhala por nariz lenta y profundamente y se exhala por boca con una espiración prolongada, para eliminar todo el anhídrido carbónico posible. Haga la práctica sin exigirse más allá de su propio límite.

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